Y volvimos a picar a tu puerta, y esta vez la placidez de tu mirada y tus buenos modales denotaban una noche de apacible y reparador descanso, sin intermitencias ni sueños invadidos por perturbadores acosadores. Y nos adentramos en el ámbito más privado de tu mágica morada para vivir y sentir unas horas de intensas y dulces sensaciones; esas horas que destilas en reservados momentos, como si sólo las concedieras como premio a un prolongado y esmerado esfuerzo. De tal modo nos has acostumbrado a permanecer en punto muerto o descender sin freno por resbaladizas pendientes durante un buen tramo de las horas vividas, que cuando te empeñas en acelerar la velocidad de nuestros pasos en una dirección digna y anhelada, nos conviertes en un santiamén en incondicionales admiradores de tu caritativo proceder. Así eres, impredecible y caprichosa.
Y vuelves a ofrecernos una muestra de tu abrupta y humana estructura ósea; y nos llevas de la mano por esos rincones de pronunciadas pendientes y verticales descensos, sin tregua ni concesiones, de Ortiguera a Viavélez. De playa a playa , de puerto a puerto , endureciendo los músculos, deleitando la mirada, percibiendo los susurros de la brisa y anonadados por la magnífica construcción de la senda costera que discurre galana y seductora por una parte del camino. Y las playas de Foxos, Arnelles, Figuera, Castello... y los miradores, a pie de precipicios, oteando un mar inmensamente endiosado, y la costa con sus prominencias espectacularmente levantadas para atemorizar un océano perpetuamente invasor.
Y quiero pararme en el camino, o recorrer otra variante del mismo, dejar de andar, o andar de otro modo, con otros pasos, sin mirar el reloj, ni estar pendiente de los kilómetros que restan, e inmovilizar mis pies y activar mis sentidos, y sentarme, y mirar a las olas , y escucharlas, y entenderlas, y desear que dejen su natural cometido de venir a morir a la orilla, y gritarles que se replieguen, que vuelvan hacia alta mar, que vuelvan a renacer para que nunca dejen de caminar. Y cuántas veces he querido aletargarme en cualquier rincón agradable del camino, pararme , y sin dejar de avivar mis sentidos, desear petrificar mi cuerpo y pasar a formar parte del mosaico de tan variopinto paisaje.Y quiero dejar de correr, abandonar mis prisas, ralentizar mis pasos, pararme cuando sea necesario, y no dejar de ver, contemplar, entender, admirar y disfrutar...
Y volveremos a picar a tu puerta, a reclamar tu presencia, a exigirte , aunque sea a cuentagotas, que nos agasajes con la mejor de tus miradas y el más tierno de tus abrazos
Da gusto terminar la etapa con tus palabras y las fotos de nuestros fotógrafos
ResponderEliminarMe encanta, ¡ como escribes!, eres un gran poeta.
ResponderEliminarDa gusto leerte, haces soñar con los caminos y revivirlos en poesia
ResponderEliminarQué maravilla!.Ya te encontré, ya puedo deleitarme con tus relatos.Esta vez reflejan mi sentir cuando contemplo el mar.Precioso.
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