Y San juan de
ortega salió a nuestro encuentro con su mirada sabia y su mortaja de
piedra a despedirnos, alentarnos y a desearnos un buen peregrinaje. Y
quiso bendecirnos con un tiempo benigno para que transitáramos sin estorbos y
para que nuestras huellas no pereciesen barridas por el viento ni el aguacero.
Y quiso que nos alejáramos de sus dominios porque sólo así podríamos seguir con
nuestro cometido de ir acercándonos a los dominios de otro santo más idolatrado
pero no más meritorio . Y bien sabía el santo que para ver a
Santiago antes el peregrino ha de entrar en su sencilla vivienda y ha
de arrodillarse ante su humilde sayo. Y nunca lamentó que en honor a él nadie
levantase ninguna catedral que le rindiera homenaje ni le sirviese de abrigo
para su eterno descanso. Ni tampoco se quejó de que las tierras
circundantes fueran vestidas con pobres retales y calzadas con raídas
pantuflas. Y quiso que los peregrinos que las transitaran las recordaran por su
natural sobriedad y su caritativa hospitalidad. Y bien sabía el santo que
al camino hay que desnudarlo para sentirlo y amarlo y pisarlo para
removerlo y avivarlo y abrazarlo para acercarlo y mimarlo. Y no
quiso el santo vestirlo sólo con colores dorados ni agasajarlo siempre con
fastuosos regalos, sino cubrirlo también con oscuros colores y
agresivos materiales, asemejando el camino al alma del caminante, con sus
luces y sus sombras, con sus alegrías y miserias. Y quiso el santo que en cada
metro del camino brotara la vida, latiera un corazón y hubiese una
razón de ser…
Y los peregrinos siguen su camino, y de un santo a un prestigioso y legendario Señor, EL CID , que a las puertas de Burgos nos esperaba como ilustre anfitrión. Y guió nuestros pasos por las bulliciosas calles de su barrio más emblemático, en la que se alza su magnífica catedral gótica, y en la que nuestro CID CAMPEADOR reposa desde los tiempos de sus inmemorables gestas y leyendas. Y quiso nuestro admirable Señor que conociésemos sus conocidas posadas, donde la morcilla con el arroz en sus entrañas y los afamados riberas hacen las delicias de cualquier comensal con buen gusto y dilatada despensa. Y a más de un caminante, aterido por el cruel frio, se le vio arrimarse a las ascuas de improvisados fuegos hechos por los más osados que preferían la calle al calor de las concurridas posadas. Y no quiso nuestro paciente anfitrión que nos despidiéramos de esta sencilla y acogedora ciudad sin que nuestros ojos quedaran seducidos y prendados por la penetrante mirada de una endiosada dama de nombre Cartuja y apellido Miraflores que nos deslumbró con la riqueza desproporcionada de su atuendo y su casa. Y pasados los efectos de tan encantador hechizo, ya repuestos y descansados, proseguimos el camino.
Y los peregrinos siguen su camino, y de un santo a un prestigioso y legendario Señor, EL CID , que a las puertas de Burgos nos esperaba como ilustre anfitrión. Y guió nuestros pasos por las bulliciosas calles de su barrio más emblemático, en la que se alza su magnífica catedral gótica, y en la que nuestro CID CAMPEADOR reposa desde los tiempos de sus inmemorables gestas y leyendas. Y quiso nuestro admirable Señor que conociésemos sus conocidas posadas, donde la morcilla con el arroz en sus entrañas y los afamados riberas hacen las delicias de cualquier comensal con buen gusto y dilatada despensa. Y a más de un caminante, aterido por el cruel frio, se le vio arrimarse a las ascuas de improvisados fuegos hechos por los más osados que preferían la calle al calor de las concurridas posadas. Y no quiso nuestro paciente anfitrión que nos despidiéramos de esta sencilla y acogedora ciudad sin que nuestros ojos quedaran seducidos y prendados por la penetrante mirada de una endiosada dama de nombre Cartuja y apellido Miraflores que nos deslumbró con la riqueza desproporcionada de su atuendo y su casa. Y pasados los efectos de tan encantador hechizo, ya repuestos y descansados, proseguimos el camino.
Y recuerdo la entrañable
estampa de Vilabilla , en la que al abrigo de una temblorosa iglesia de ajadas
facciones y triste mirada dos cigüeñas jugueteaban orgullosas
de ser objetivo de las cámaras. Y recuerdo haber visto que de su nido fluía la
vida a través de los sollozos de una multitud de recién nacidos, uno de los
cuales hizo abuelos a nuestros emocionados y queridos Blanca Y José,
y otro, más veloz, a nuestros queridos Virginia y Nicasio.
Y recuerdo Hornillos y
Hontanas y campos y cerros y puntos muy lejanos en una tarde gris, fría y
personalmente agotadora.
Y recuerdo el sabroso
cocido que degusté al lado del santo, el señor y un buen número de buenos
amigos e incansables peregrinos…y con el que dimos por terminado un tramo del
camino.
Joaquín:¡Me encanta como plasmas cada etapa!.
ResponderEliminarLeyéndote me da la sensación que estoy recorriendo, viendo, sintiendo y viviendo vuestro caminar…
Siempre con ese toque de delicadeza, tranquilidad y belleza con que decoras los relatos que nos brindas.
Gracias
Maravilloso relato, vivencias para el recuerdo de muchos y el consuelo del disfrute de los q no acudimos. Gracias
ResponderEliminarGracias por hacernos recordar el camino. Sería interesante poder recopilar al final del mismo todas las bonitas vivencias e historias que narras.
ResponderEliminar¡Qué bueno eres, Joaquin! Casi demasiadol.
ResponderEliminarJoaquín:Una vez más nos deleitas con tus buenos relatos., espero que continúes con tus crónicas del camino.
ResponderEliminar