LLEGANDO A SANTIAGO
A.C.
Faro de Vigo, varias fechas.
Hemos peregrinado un poco. Hemos pisado el camino santo. Y eso no se olvida. Lo comenzó Carlomagno, porque se lo dijo un ángel. Y los cristianos tienen que seguir en la obra, en el polvo y en los guijos. El Camino recobra vida. Es una de las venas mayores del cuerpo de Europa.
…. Y desde San Marcos, las altas torres, Compostela. La emoción peregrina tenía que poner lágrimas en los ojos. Dicen que los peregrinos ciegos, Compostela, desde aquí la veían igual que los otros, por un instante.
Sólo me resta confesar que entrando en Santiago por cualquiera de sus siete puertas, tales siete que en el Calixtino vienen dichas, siempre me tomó un azoramiento y desasosiego. Paseando las rúas y las plazas, levantando los ojos hacia las altas torres y apoyando la mano trémula en la piedra sacra de la basílica apostólica.
Pensaba también que Compostela tenía el don de lenguas. Recordé más de una vez que pasando por Triacastela paré en una posada donde cebaban un capón con sopas de vino de Málaga para don José Benito Pardo, y me contó el tabernero que hacía unos años había dormido allí un francés, que iba peregrino a Santiago pidiendo por puertas, y que calentándose en la cocina, sentado donde estaba ahora enjaulado el capón, recitó sus versos.
—¿En qué falaba? —le pregunté al tabernero.
—Non llei sei —me respondió—. Falaría en francés, pero eu, entender, entendinlle todo.
Sólo me resta confesar que entrando en Santiago por cualquiera de sus siete puertas, tales siete que en el Calixtino vienen dichas, siempre me tomó un azoramiento y desasosiego. Paseando las rúas y las plazas, levantando los ojos hacia las altas torres y apoyando la mano trémula en la piedra sacra de la basílica apostólica.
Pensaba también que Compostela tenía el don de lenguas. Recordé más de una vez que pasando por Triacastela paré en una posada donde cebaban un capón con sopas de vino de Málaga para don José Benito Pardo, y me contó el tabernero que hacía unos años había dormido allí un francés, que iba peregrino a Santiago pidiendo por puertas, y que calentándose en la cocina, sentado donde estaba ahora enjaulado el capón, recitó sus versos.
—¿En qué falaba? —le pregunté al tabernero.
—Non llei sei —me respondió—. Falaría en francés, pero eu, entender, entendinlle todo.
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Llegamos a Santiago. Recuerdo nuestra llegada al culminar El Camino de la Plata. Fue un día entrañable para todos y , especialmente, para aquellos que nos estrenábamos. Seguro que muchos de los sentimientos que me hicieron vibrar aquel día volverán a inundar el corazón de este peregrino.
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