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O camiño balsámico:



O camiño balsámico


Un soneto me manda hacer Violante …..
Digo, un relato me manda hacer Manolo que en mi vida me he visto en tal aprieto. Quiere el hombre, responder al agasajo afectivo con que fuimos recibidos por los meirenses – que supongo que serán meirenses, que no meiranos, aunque alguno no se lave moito – con un relato descriptivo del camino verdadeiro, uno y trino, por tierras de Meira.
Querido Lolo, el relato es muy fácil: Monte de pinos y ocalitos pa arriba, monte de pinos y ocalitos pa abajo, vista de Meira en la lejanía y fin.

Pero como me malicio que con esto no quedarían muy contentos los …... ( pausa para ir a google y poner, “patronímico de los vecinos de Meira, Lugo”......). !Error!. No pongáis eso. Me acabo de enterar que el Río Miño nace en la sierra de Meira – cosa que ya sabíamos por Joany - que en Brasil hay un municipio que se llama Dario Meira, que es limítrofe de Itagibá e Ibicuí, que Castroverde alterna las ferias con Meira, pero nada del patronímico de los de Meira. Habrá que ir a la página del Concello.

…. Me cago en la leche. Nada. !Vale!, ya sabemos que la corporación es mayoritariamente del PP, que nuestra amiga Joany no es concejala de nada, que hay un concejal de cementerios- esto solo sucede en Galicia – cuáles son los concejos limítrofes, el calendario de fiestas, la historia del concejo, pero sigo sin saber el patronímico de los de Meira.
! A tomar por saco!. Meirenses, porque lo digo yo.

Bueno, pues eso. Como con esto seguro que no iban a quedar contentos los meirenses habrá que hacer un relato adaptado para su remisión a nuestros amigos de Meira.
Desde la capilla de Xinzo, una sencilla capillita blanqueada, que sin embargo tiene el encanto de las cosas pequeñas, el camino empieza a subir la sierra de Meira. Para los que arrancamos en frío en subida, la cuesta es una pendiente considerable. Una casa nueva y restaurada a la derecha y un conjunto de hórreos, uno con una curiosa galería, cuadras y casas semiabandonadas a la izquierda , despiden al caminante, que no va a encontrar refugio urbano casi hasta Meira.
El camino sigue por una pista forestal, entre bosques de eucaliptos y pinos – demasiados eucaliptos y pinos – que han desplazado a la antigua fraga cantábrica. Un artista local erigió a la vera del camino un conjunto escultórico modernista, “alegoría de la autopista”, podíamos llamarlo, distribuyendo artísticamente una serie de ruedas viejas encima de unos palos. Supongo que la obra sería posterior a las ciclogéneis, aunque no me paré mucho a fijarme. Al principio la curva de nivel de la colina te hace desandar el camino y vas viendo al fondo como caminas en contra de la dirección de la carretera que te trajo hasta Xinzo, después gira hacia la izquierda y ya va “cogiendo la buena dirección”.
La subida es bastante engañosa y es de las que al final te va dando “una de mosqueo” cada poco, cuando parece que ya estás llegando al alto, ! hala! Otro trecho p´arriba. Una vez en la corona de la sierra la vista, que estuvo recogida entre árboles casi toda la subida, se abre a los valles, primero a la izquierda del camino y pasado el cruce hacia el pueblo de Courel , un pequeño “burgo” ( léase burjo) como dicen en Galicia, se va dando vista a la derecha al valle del … y a la carretera general a Meira. Aquí ya se ha cogido asfalto por la carreterita local ( ME ….). que se va a seguir hasta Meira, bueno, salvo que, queriendo o sin querer, te desvíes por la pista marcada como camino alternativo.
En el alto del Courel nos recibieron nuestros amigos de protección civil de Meira que nos han ayudado y guiado en el camino por sus tierras.
En la bajada aun queda un vestigio de la Galicia profunda, en forma de vertedero pirata, que habría que intentar suprimir cuanto antes. De nuevo entre bosques de pinos y eucaliptos la carretera empieza a bajar de forma pronunciada. Antes, al principio de la bajada, una flechita amarilla puesta sobre un pino a la derecha del camino aporta una disyuntiva al caminante, al que, en el mismo punto, la flecha “oficial” pintada a plantilla de forma regular sobre una losa de pizarra le dice que debe de seguir carretera adelante, mientras que la flechita le susurra “ven por el bosque, ven por el bosque”. Algunos con alma de cabras y algunas con alma de caperucitas nos dejamos embaucar por la llamada de la selva y cogimos, al menos yo, alegremente la pista entre pinos prometiéndomelas muy felices y pensando que no mucho más abajo iba a retomar la carretera con los pulmones inundados de aroma de pino y las piernas descansadas del asfalto. Al principio todo iba bien, la pista bajaba en forma más pronunciada que la carretera, pero en la buena dirección. Las flechitas habían desaparecido, pero a estas alturas un peregrino curtido no puede dejarse arredrar por una flechita de más o de menos. Al cabo de unos cuatrocientos metros aprox, se llega a una pequeña área recreativa con una piscinita, un regato y un panel informativo y allí el camino gira totalmente a la derecha, abandonando la buena dirección. El panel dibuja una senda circular que parece que da un vueltón de carayo hasta retomar lo que se supone – porque no lo indica – que debe de ser la carretera por la que discurre el camiño oficial. Así que, tras muchas dudas uno decide, o volver al punto de partida, como hicieron las caperucitas intrépidas, o tirar monte arriba a lo cabra loca, como hicimos Pepe y yo ( muy propio) cada uno por su cuenta y recuperar la buena senda. O sea, cambiar la pista de tierra por el asfalto.
Otra vez en la carretera, como los grupos de rock, ésta baja señalando directo a Meira, que se ve allá abajo en la lejanía. En plena bajada otro panel informativo indica el camino por el que la senda alternativa se vuelve a unir con el camiño oficial. La carretera gira a la derecha y acomete las últimas curvas de nivel para alcanzar el llano y encontrarse con otra carretera local, en donde empiezan a aparecer las primeras granjas aisladas y los primeros conjuntos de casas.
Aun caminando despacio, a menudo caminas demasiado deprisa. En el primer grupo de casas un cruceiro de hierro sobre unas viejas gradas de piedra circulares llama mi atención y me hubiese gustado parar a verlo con más detenimiento, pero el prurito de no despegarme de la cabeza a la que tuve que volver a coger después de meter el turbo en la bajada con la referencia de Joaquín que me iba haciendo de liebre allá en la distancia, me limitó a echarle un vistazo peripatético en la confianza de que no se le pasase al objetivo de Manolo.
El caserío de las inmediaciones de Meira alterna, como suele ser corriente en la Galicia rural, retales de muchas época constructivas, Viejas casas y anexos de piedra, muchos semiruinosos, coquetean con las construcciones del desarrollismo de los sesenta-setenta, ladrilllo tabiquero, revestimiento de azulejo o pintado y cierres de aluminio y con una buena porción de chalets de la etapa de jauja de finales del siglo pasado. Los últimos buenos tiempos de jauja, que quizás no volverán, han dejado algunas casas tradicionales recién restauradas, una de ellas, una magnífica casona a izquierda del camino.
Alcanzado el llano por el que discurren los ríos que se van a disputar la paternidad del Miño, nos reciben dos o tres naves industriales y entramos ya en la calle de Meira que lleva a los magníficos restos del antiguo convento benedictino, un auténtico complejo religioso y económico, como todos los grandes conventos de la antigüedad.
La herencia más destacada del viejo complejo es la iglesia de ¿Santa María de Meira?, con una magnífica portada del románico tardío, una puerta orgullo de los meirenses, con sus herrajes decorativos y una plaza cuyo lateral preside la actual casa do concello, también parte de las antiguas instalaciones conventuales.
Meira es población de feiras y se nota en su estructura y, sobre todo, en sus bares, que rodean su plaza trapezoidal, para que vendedores y visitantes tengan el avituallamiento cercano al bullicio comercial.
Nuestra expedición tuvo la suerte de coincidir, al día siguiente, con la feria ¿ quincenal? y disfrutar de la alegría y la vistosidad de casi todos los mercados, pero aún más de aquellos auténticamente tradicionales, donde, además de las viandas, ropas y artesanías más o menos decorativas, te puedes encontrar con una “paisanina” con una jaula de “pitos”, como en Meira. Donde además de los turistas y curiosos, más o menos “diletantes”, buena parte del público la componen las gentes de los pueblos de alrededor que van a hacer un uso auténtico y profesional del mercado.
Sobre la suerte de coincidir con el espectáculo del mercado, tuvimos la doble suerte del espectáculo de la visita guiada que nos brindó Joany (espero haber acertado con la escritura correcta de su nombre) y poder disfrutar también del interior de la iglesia de Santa María que merece realmente la pena, especialmente la vista del retablo enmarcado en la perspectiva de la nave central. Yo me quedo con el angelito trompetero del tejadillo del púlpito.
Salimos de Meira para coger una pista a media altura de la ladera del suave valle del (…....), cuyo fondo nos quedaba a la derecha. Aquí la vista ya se abre sobre los grandes praderías del otro lado del valle, que denota la potencia ganadera de la zona, salpicadas de bosques de pinos y !oh dolor! de la nueva variedad de eucalipto resistente a las heladas que han conseguido traspasar la línea costera para invadir también el interior de Galicia. Aún quedan sin embargo algunas fragas mixtas y otras masas de caducifolios, especialmente los abedules ( bidueiras) que ahora en invierno tiñen el monte del morado suave de sus puntas.
Desde el alto de la pista se viene viendo del otro lado la referencia blanca de la iglesia de San Martiño de Ferreiro que finalmente resulta ser nuestro destino, para lo que cruzamos a la otra ladera del valle. Todas las iglesias “camperas” tiene encanto, por más simples que sean. Huelen a romería y a fiesta patronal con baile de prao. En esta además tiene un árbol del amor, un fresno creo recordar, que ha dibujado un corazón con en el nudo principal de su tronco.
Nuestros amigos los “potectores civiles” que llevan dos días guardando y guiando nuestros pasos, nos han dispuesto un trazado por las pistas de concentración de la zona. Al parecer el camino tradicional está cortado y además con éste invierno debe de estar bastante anegado en muchos tramos. !Muchas gracias por vuestros desvelos, queridos amigos!, pero, cuando nos vayamos conociendo mejor, descubriréis que preferimos camino viejo embarrado, que pista nueva.
Tras las pistas de concentración y algunos tramos de camino viejo con praderías cerradas de largos muros de pizarra, le llegó el turno a las carreteritas locales, que estrenamos con la vista del conjunto de la iglesia de Hermunde, coronada por un arbusto de considerable porte que le ha salido en la cúpula a modo de cabellera de plumas de indio, y lo que debió de ser la casa rectoral, una magnífica casona en ruinas en el cruce caminos. Atravesamos las aldeas de Hermude alternando casas más o menos modernas con espectaculares conjuntos etnográficos de viejas casonas abandonadas y semiderruídas con sus edificaciones auxiliares, hórreos y “cabazos”, cuadras, pajares, muros, portones y patios. Al menos media docena de antiguas edificaciones con empaque señorial que están gritando para alguien venga a socorrerlas antes de que se vengan definitivamente abajo sin posibilidad de reedificación. !Lástima de malos tiempos para empresas rehabilitadoras!. Un cantera de pizarra que dará vida laboral a la zona llama la atención por la enorme balsa que ha creado la excavación, una especie de pequeño lago artificial que quizá en el futuro tenga utilidad lúdica.
Salimos de nuevo a la carretera general, en la parroquia de Silva, en donde quedamos con ganas de ir a visitar el bar del “barrigas”, recomendado al parecer por su queso y por el precio del vino. Otro pequeño tramo de carretera general y giro a la izquierda por un pista, para, pasando por los lindes de otra parroquia ganadera, con nuevas naves agrícolas y grandes praderías, dejamos abajo a la izquierda el curso del río … y pasamos junto a la iglesia de Silva con un Santiago Matamoros. Alternando de nuevo bosques con prados y cruzando el curso del ….., nos encontramos con otra noble ruina, el pazo Eiras con los magníficos escudos de su fachada, donde los fantasmas de los antepasados de los señores del pazo, además de sufrir la ruina de sus muros tienen que soportar, como si de una broma macabra se tratase, los hedores de una granja de cerdos. Pena, penita, pena.
Final del camino en Xerbolés al pie de un oratorio, con el revocó deteriorado, la cruz del tejadillo ladeada, pero con una magnífica y delicada imagen de Santa. …., según la leyenda, que sostiene en la mano una pequeña rosa marchita, prácticamente desecada, que le colocó la última beata que la visitó hace, supongo, ya mucho tiempo. Casi un milagro que allí siga la Virgen de las Nieves,…... . Confío en que si resistió tanto tiempo al olvido y al vandalismo al pie mismo de la carretera siga allí esperándonos a la vuelta.

                                                                                                                          

                                                                                                                        -Ultreyo-
Claudio Alvargonzález Terrero

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