Y ya avanzada la noche, cuando apenas no se oyen más que los
clamores del silencio y los susurros ahogados de quienes sólo se sienten vivos
cuando la luz se duerme y la oscuridad
se expande por cada rincon del espacio y del alma, llegamos a la histórica
ciudad de Xátiva. Y llegamos para volver a verla , pasearla, tutearla,
enamorarla y besarla, como se besa la piel anhelada después de un año sin miradas, ausencias y
recuerdos . Y bendita mañana con el
corazón del sol extendido por sus calles , inyectándonos de calor e inundándonos de la adrenalina necesaria
para retomar el Camino de Levante. Un camino exento de dificultades
orográficas, pero no por ello fácilmente transitable , porque si bien el calor
es un bien que agradecemos, sobre todo
los del norte, también es sabido que su exceso flaquea las fuerzas y entorpece
los sentidos y mucho más después de tantos kilómetros de recorrido. Entre
naranjos, tierra seca, y asfaltos derritidos, avanzamos , como siempre,
dispersos y unidos , deteniéndonos en los parajes más bonitos, porque el
camino, así ha de ser, nos permite avanzar con pausas, para que nuestros
sentidos, en permaente alerta, no pierdan ocasión de alimentarse y deleitarse
con los innumerables dones que la naturaleza y el paisaje nos va ofreciendo a
cada paso; más de un peregrino alivió sus riñones destilando litros y litros de
un anarnjado líquido.
Y Montesa nos acompaño desde la distancia un buen tramo del
camino. Nos oteó altanera, elevándose desde su castillo, permitiéndonos el paso
por sus tierras , guiñandonos el ojo de dominador complacido, como deferencia a
un grupo de peregrinos venidos de muy lejos para atravesar sus dominios. Vallada, La Font De la
Figuera. El sol perpendicular y unas manos extendidas ofreciéndonos acomodo y descanso; y
agradecidos por lo bien servidos no dejamos botella con poso ni miga sin
triturar.
Y encontramos a la ciudad de Onteniente en plena siesta, dormida y medio desierta. Pero seguro que a otra horas, cuando sus moradores , despejados y espabilados, sin legañas ni bostezos, inyecten con su presencia y buen ánimo , vida a sus calles y rincones, otro gallo cantará, quizás acompañado con tambores y trompetas de pasión, quizás con el bullir festivo de las terrazas y las tascas, quizás con el tránsito anárquico de sus paisanos por sus plazas y avenidas.
Y en otro lugar, recuerdo que un señor mayor y parroquiano que observaba emocionado el paso de un nazareno custodiado y guiado por un pequeño ejército de enfundados penitentes, me animó a que siguiera al cristo crucificado en su camino hacia la cumbre del pueblecito. Me hubiera gustado, sólo por darle más alas a su felicidad, satiisfacer su deseo, porque sé que a la buena gente le basta con dar y compartir y sentir como el otro participa de su gozo. Puse mi mano sobre su brazo, le agradecí su hospitalidad y me excusé: el tiempo apremiaba y el grupo debía seguir su camino.
Y a Almansa se llegó a primera hora de la tarde del último dia de camino. Unos, según dicen las crónicas locales, corriendo, porque quizás le sobraban las fuerzas, y otros, entre los que me incluyo, con la mirada perdida y persiguiendo sin honores un lugar donde caer rendido.
No pudimos ver su castillo, ni comprar un par de zapatos, ni, como en Onteniente, ver en sus calles el fluir de sus gentes. Son pueblos y ciudades como los nuestros: con sus horarios, sus trabajos, su ocio y sus descansos. Y nunca exentos de belleza y encanto.
Pero volveremos, para ver otros pueblos, otros campos, otros cerros, otras personas, renovar sensaciones y captar nuevos amores; y para seguir viéndonos, y seguir acompañándonos, y para respirar esos aires, que son como el nuestro, aires de vida y camino, aires de peregrino.
Y aún cuando el color se tiña de blanco y negro, nuestras sonrisas seguirán permaneciendo. Gracias Elena por tu genial ocurrencia. Maravillosa fotografía.
Y encontramos a la ciudad de Onteniente en plena siesta, dormida y medio desierta. Pero seguro que a otra horas, cuando sus moradores , despejados y espabilados, sin legañas ni bostezos, inyecten con su presencia y buen ánimo , vida a sus calles y rincones, otro gallo cantará, quizás acompañado con tambores y trompetas de pasión, quizás con el bullir festivo de las terrazas y las tascas, quizás con el tránsito anárquico de sus paisanos por sus plazas y avenidas.
Y en otro lugar, recuerdo que un señor mayor y parroquiano que observaba emocionado el paso de un nazareno custodiado y guiado por un pequeño ejército de enfundados penitentes, me animó a que siguiera al cristo crucificado en su camino hacia la cumbre del pueblecito. Me hubiera gustado, sólo por darle más alas a su felicidad, satiisfacer su deseo, porque sé que a la buena gente le basta con dar y compartir y sentir como el otro participa de su gozo. Puse mi mano sobre su brazo, le agradecí su hospitalidad y me excusé: el tiempo apremiaba y el grupo debía seguir su camino.
Y a Almansa se llegó a primera hora de la tarde del último dia de camino. Unos, según dicen las crónicas locales, corriendo, porque quizás le sobraban las fuerzas, y otros, entre los que me incluyo, con la mirada perdida y persiguiendo sin honores un lugar donde caer rendido.
No pudimos ver su castillo, ni comprar un par de zapatos, ni, como en Onteniente, ver en sus calles el fluir de sus gentes. Son pueblos y ciudades como los nuestros: con sus horarios, sus trabajos, su ocio y sus descansos. Y nunca exentos de belleza y encanto.
Pero volveremos, para ver otros pueblos, otros campos, otros cerros, otras personas, renovar sensaciones y captar nuevos amores; y para seguir viéndonos, y seguir acompañándonos, y para respirar esos aires, que son como el nuestro, aires de vida y camino, aires de peregrino.
Y aún cuando el color se tiña de blanco y negro, nuestras sonrisas seguirán permaneciendo. Gracias Elena por tu genial ocurrencia. Maravillosa fotografía.
Buen relato y Fantástica fotografía.
ResponderEliminarJoaquín, como siempre preciosos pensamientos, que como tú bien dices, en este caso acompañados de la certera mirada de Elena. Nos vemos pronto.
ResponderEliminarGracias siempre Novechento
ResponderEliminarPa moces guapes, las de antes. Esta foto hay que mandarla al Archivo Histórico o mejor al Museo del peregrino que quieren abrir en Oviedo
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