Antes de partir del Cebreiro nos asomamos a contemplar la noble caída del monte, donde está Barja Maior. Algunos breves silbidos andan piadores por los matorrales.
Un silencio enorme, un silencio de antes de la invención del camino, pesa sobre el mundo.
Uno quisiera poblar la infinita soledad del camino, o tener a mano uno de aquellos pacientes y esperanzados peregrinos de antaño, con la vieira en el ancho sombrero caminero, con el bordón en la mano, el bordón en el que el viento del oeste mece la cabeza del agua compañera, para explicarles a estos dos niños del Cebreiro lo que es un peregrino.
Dejamos el Cebreiro buscando Linares, Hospital, Padornelo ... Pronto vamos a ver el enorme y oscuro Oribi, a cuya sombra va lento, vueltas y revueltas, el camino francés adentrándose en Galicia.
Es un medio día perfecto de un día de oro, bueno para caminar.
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