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El principio:

Yo vi un lugar llamado Saint Jean Pied De Port por cuyas calles fluía un agitado transito de turistas, peregrinos y lugareños, en donde confluyen muchos caminos ya iniciados y desde donde parten, otros, que han de configurarse. Desde allí vi, asombrado y feliz, cómo el mítico Camino Francés empieza a esbozarse. Y vi cómo utilizando como marco una derruida Puerta De España, Manolo inmortalizó con sus múltiples cámaras tan solemne momento. Y unos minutos antes oí que alguien se preguntaba jocosamente si esa supuesta puerta simbolizaba la visión que nuestros vecinos tienen de nuestra querida casa. Y vi como nuestro numeroso grupo se separaba en dos para acometer las dos opciones que la etapa nos ofrecía. Una supuestamente más dificultosa que la otra, pero ambas de igual valor y calado, y, sin duda, espero tener la oportunidad de averiguarlo, de parecido atractivo y belleza. Y vi un camino que se empinaba desde el primer kilómetro y que no ocultaba sus intenciones de no suavizarse en los siguientes. Y vi y sentí como ese sol tan querido, si bien nos iluminó un paisaje tan sobrado de esplendor, si contribuyó a que nuestro esfuerzo se resintiese sobremanera. No siempre lo más querido es bien recibido. Y vi como los pasos se iban acortando pero sin dejar de avanzar, las conversaciones se iban silenciando pero sin dejar de animar, las gargantas resecándose pero sin dejar de beber, los chistes breves pero geniales, las risas frecuentes y siempre tan vitales, el grupo algo dispersado pero siempre tan unido, la ascensión muy dura pero tan ennoblecedora... Y vi como nuestra recién llegada Carmen tuvo que multiplicar sus esfuerzos e implorar a sus divinidades para completar una etapa que sin duda nunca olvidará. Y vi un refugio en el que por fin nuestros pies descansaron, y vi una fuente en la que nuestras bocas se inundaron de agua y nuestras frentes lavadas y nuestros pies refrescados, y vi unas piedras que nos sirvieron de aposento y en donde calmamos las sacudidas de nuestro inquieto estómago. Y vi como la subida se iba suavizando, y como el techo de la etapa se iba coronando, y el sublime entorno nos iba envolviendo ... y sentí como en esos escenarios naturales de incalculable atracción emana esa poderosa energía que nos hace sentirnos más vivos que nunca, como si todo nuestro ser y nuestra propia sangre se diluyese el uno en el otro, y ambos, en una simbiosis real, recorriesen, con todo el vigor que el organismo humano puede alcanzar, el camino que en ese preciso momento la vida nos ofrece... Y vi cómo después de los avatares de muchos kilómetros de subida, una apaciguadora bajada nos arrastra a los brazos de un anhelado Roncesvalles. Y vi a Nina recibiéndonos a la llegada, contenta de vernos sanos y a salvos. Y vi un convento y unas cuántas terrazas. Y oí los comentarios sobre una gratificante misa en honor a los peregrinos oficiada por un arzobispo, no sé si de Pamplona o Tudela, Y sellaron nuestras credenciales, y nos fotografiamos al lado del cartel donde se indica los kilómetros a Santiago, fin de trayecto. Y seguí viendo y oyendo muchas cosas. Vi bosques de frondoso pelaje, y senderos hundidos por incontables pisadas, y legiones de peregrinos siguiendo un mismo camino pero cada cual persiguiendo su propio destino, y oí su voces y sus silencios , y vi como solos o en grupo, a todos les animaba la misma convicción y el mismo espíritu. Y oí nuestras voces y aquellas que susurra el camino. Y me vi como uno más, un soldado más en ese ejército de peregrinos cuyas falanges parten de todas las partes del mundo. Y uno más dentro de esa cadena humana en la que sin ti nunca llegará a cerrarse... Y vi como Chelo me enseñaba un retorcido tronco de formas caprichosas en donde aparece un rostro humano y alguna criatura de imprecisas facciones y dudosa especie; y me habló de bosques , asesinatos, pesquisas, de una joven detective, y de una interesante trilogía. Y oí como nuestro benjamín, con sumo entusiasmo, me describía quienes eran sus personajes de ficción preferidos, y ambos compartimos un tramo del camino. Y para los dos ese tramo se convirtió en un circuito de carreras en el que esperábamos demostrar nuestra valía como pilotos. Al final nos convencimos que lo importante, más que ganar, es participar. Un gran conversador y compañero del camino. Y vi unas casas a cual más bonita. Y oí como alguien, maestro del detalle y otras observaciones, no pudo reprimir la necesidad de incidir sobre lo bien que por esas tierras tienen arregladas las casas y lo mal que tienen arregladas a sus mujeres. Reconociendo que guapas las hay. Me consta que es así. Y oí como uno de los nuestros, cansado de que lo mirasen sospechosamente o le hicieran comentarios ingratos sobre su descafeinado transitar, al no llevar carga ninguna y avanzar a ritmo de gacela, se prometió hacerse con una buena mochila, de dimensiones astronómicas, llenarla de cartón piedra y hacerse pasar por un apesadumbrado peregrino. Y risas, y chistes, y comentarios jocosos, y observaciones indiscretas, y puntualizaciones oportunas y metros y más metros. Y Villava, y sin rastro de Miguelón. Y vi como tres manifestante, no sé si abertzales o no, lanzaban proclamas a una indefensa joven animándola a que se uniese al grupo. Objetivo que consiguieron. Y esos tres pregoneros, más la joven y otro joven que resultó ser su marido se encaminaron hacia las murallas de una majestuosa y bulliciosa Pamplona. No observamos que hubiera algún toro suelto y despistado por sus estrechas y hermosas calles, pero si el crepitar incesante de sus gentes, entre los que los peregrinos se dejan ver, notar y querer... Y he visto y oído cosas que por cuestión de espacio y de memoria omito en este escrito. Pero quiero seguir viendo y oyendo y sintiendo....

1 comentario :

  1. ¡¡¡Que bien nos trasmites todo lo que viste!!! No fui y leyéndote he visualizado cada uno de vuestros pasos...Deberían nombrarte cronista oficial del grupo.Terminas diciendo que por "cuestión de espacio y memoria omites"Sera broma ¿no? Ya que el espacio es aún muy amplio y la memoria fotográfica que tienes,para mí es envidiable.

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