-¡E a sequia, que no seu é unha fonte muy principal!
Me lo dice un tal Lisardo que está descargando un carro de xestas. Es alto, moreno, delgado.
- ¿Hai escola en Hospital?
- Ainda chegou ontes a maestra. ¡ E unha maestra mui cómoda!
Lisardo es rico en adjetivos, como se ve.
Le da a la gorra una vuelta en la cabeza y me cuenta que donde fue el hospital de peregrinos, hay un tesoro de un francés. Llevaba con él el tesoro y una hija, que la iba a casar con un conde de Santiago. La hija enfermó en el camino y murió en Hospital. Entonces el padre enterró el tesoro con la hija y se hizo pobre de pedir. El tesoro era una fanega cumplida de oro.
Le pregunto si alguien ha buscado el tesoro y sonríe.
Fai anos a algunos deulles por cavar de noite, pro non atoparon nada.
Hay unas pobres huertas con unas berzas raquíticas. Alguna de ellas se alzará sobre la tumba de la infancilla de Francia que venía a casar a Compostela y acabo sus breves días de lirio en esta soledad. Usaría guantes, como dice una antigua canción inglesa, cuando quiere alabar la distinción de las ricas mademoiselles de Aquitania.
Encantado de volver a leerte.
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